Fontaines DC y ANOHNI asombran al Primavera con sus comprometidos shows

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Fontaines DC y ANOHNI asombran al Primavera con sus comprometidos shows

En esta edición del Primavera Sound de 2025 ha sido imposible usar el Auditori y muchos de sus conciertos han sido ubicados en las salas Paral·lel 62 y Apolo en horarios tempranos. El sábado inauguramos la jornada en Paral·lel 62 con Música Esporádica. Un proyecto de Suzo Sáiz, la Orquesta de las Nubes y varios músicos que en 1985 lanzaron un disco de ambient. Leo en la web del Primavera que es la primera vez que este disco se traslada al directo. A las 13h hay mucho más público en los asientos del anfiteatro que en platea. En el escenario hay una marimba, un vibráfono, timbales… Los músicos desgranan un ambient muy orgánico, marítimo y algo africanista, con una voz que deja ir mantras sin texto. No todo es tan plácido, hay momentos en que la percusión se hace contundente, viaja a Asia, pero sin perder el elemento acuático.

Pero tenemos que dejar a Música Esporádica porque en el Apolo a las 14h nos espera una de las grandes joyas de esta edición: Salif Keïta. Su entrada al escenario lleva a engaño: parece algo frágil, desmejorado. Pero en cuanto se sienta, agarra la guitarra y rompe a cantar, aparece el verdadero Salif, fuerte y poderoso. Fuerte y poderosa es su voz, dulce y clara su guitarra. Toca dos canciones delicadas de folk solo. Luego van incorporándose poco a poco el resto de los músicos: otro guitarra que adquiere a ratos tintes aflamencados, percusiones, y un n’goni. Se sientan y van tocando morosamente, Salif desgrana sus historias. El concierto es acústico, de ambiente primaveral, de ver la vida pasar… hasta que empiezan a subir las revoluciones para que bailemos. Salif nos pide unas palmas así, el guitarrista vuelve a sonar aflamencado y se arrancan fuertes, con un blues. El de las percusiones se hace el amo, entre las sonrisas de los músicos. Se les ve muy joviales, aunque Salif no abandona su gesto de concentración. Hay más palmas, empiezan una melodía alegre y trotona que va subiendo, se hace western, elevan el ritmo, los ánimos y los corazones. El del n’goni se arrodilla ante el maestro a tocar, el de la percusión se desmanda. Es una fiesta y nos han invitado. Puro placer y privilegio ver a la leyenda de Mali en acción.

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Eric Pàmies

A las 16h volvemos a la Paral·lel 62, porque nos espera otro de los platos fuertes de la jornada: Destroyer. Dan Bejar tiene disco nuevo, ‘Dan’s Boogie’. Buena parte del setlist se basa en él. Dan lleva una buena banda para poder tocar su particular visión del blue-eyed soul, trompeta incluida, aunque, ay, ninguna voz femenina para hacerle el contrapunto, y se va a echar un poco de menos. Dan es fiel a su imagen de pelos alborotados, elegante y desastrado a la vez. Y ejerce de crooner ensimismado, como también es habitual en él. Las canciones nuevas suenan soberbias (el sonido en la sala es atronador), pero caen en una cierta indiferencia. No así clásicos como ‘Times Square’ o ‘Tinseltown Swimming in Blood’. Se bajan las luces en ‘Bologna’ y es la única nueva que se lleva aplauso de clásico, aunque no incorpore la voz femenina.

Pero las nuevas suenan muy bien, por eso: se arma una buena con ‘Sun Meet Snow’: tropical, casi un vals, ruidosa, con Dan salmodiando… Pero claro, llega el momento culminante, que es ‘Kaputt’. Se vuelve a echar de menos el coro femenino, le da una trepidación diferente… pero ese final con la trompeta es tan cautivador como siempre. Como cautivadora es el viaje al pasado ‘European’s Oils’, con toda su fanfarria final. Pero Dan deja el honor de cerrar el concierto a dos canciones de ‘Dan’s Boggie’, entre una buena vorágine de ruido.

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Ya en el Fòrum, arranco la jornada con las Horsegirl algo empezadas en el Trainline, que se ve bastante atestado. Son jovencísimas, parece que vengan de otra era y bordan su pop-lofi a lo Marine Girls: en directo suenan muy bien, especialmente una batería seca y primitiva y un bajo tan básico como efectivo. Y bordan la saltarina y reconcentrada ‘2468’. Justo después, Los Campesinos! vienen dispuestos a dar una alegre fiesta en el escenario Schwarzkopf: hay saltitos, felicidad, parecen encantados de estar allí… Pero mis colegas me agarran para llevarme a los Fontaines DC, que no sabemos qué nos vamos a encontrar en Mordor.

Eric Pàmies

Pues lo que encuentro es un sitio la mar de cómodo donde veo y escucho bien el que va a ser uno de los mejores conciertos del festival. Y el más politizado. Llevan la bandera palestina, la camiseta de su club de fútbol también la lleva y denuncian el genocidio que está perpetrando Israel. Los Fontaines tienen un look muy de los 90: Carlos O’Connell con pelos rosas, Conor Curley parece sacado de Suede y el propio Grian Chatten luce como Liam Gallagher… si Liam Gallagher se dignara a moverse e interactuar con su público, claro. Pero ellos suenan a rock de aquí y ahora y sus canciones son clásicos actuales por derecho propio, por más referencias que tengan.

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El escenario Revolut suena estupendo: alto (sin pasarse) y claro. Como altos y claros se suceden los himnos. El primero, ‘Romance’, con Grian devolviéndonos los “yeaaahhh”. Desbordan energía. Y aunque casi todo el repertorio está basado en ‘Romance’, también caen alguna pretérita como una apasionante ‘Jackie Down the Line’, ‘Televised Mind’, con Grian a la pandereta, o ‘Roman Holiday’. Un gran momento es ‘Sundowner’ cantada por Conor, hipnótica, atmosférica. O la sincopa acelerada que le dan a ‘Big’, otra repesca de ‘Dogrel’. Hay un pequeño momento valle que se recupera con una acelerada ‘Boys in the Betterland’, celebradísima, con bien de palmas y pandereta, y que enganchan con mi favorita que es, claro ‘Favourite’, en una versión casi mimética.

Pero el momento álgido es cuando tocan ‘I Love You’, concentrados. Y ahí, en las pantallas, en verde, bien claro, se proyecta Free Palestine. Y suben la intensidad y la enajenación, sin necesidad de que Grian se mueva del sitio. El público aplaude rabioso. Y lo acaban con un enorme cartel que reza ISRAEL IS COMITTING GENOCIDE USE YOUR VOICE. El final, con ‘Starbuster’, los muestra bañados en luces de colores que replican la bandera palestina. Un concierto emocionante, potente, valiente y necesario.

Sergio Albert

Chappell Roan está ofreciendo otro de los grandes conciertos del festival: una fantasía en que cada tema suena a hit. Pero, snif, la tengo que dejar, porque me espera otra diosa en el Amazon: ANOHNI and the Johnsons. Y es otro de los grandes conciertos de la edición. Y de fuerte conciencia también, ecológica en este caso. ANOHNI salpica su concierto de entrevistas con científicos activistas que alertan de la desaparición de la gran barrera de coral, en un proyecto que se titula “Mourning the great barrier”. Y lo que cuentan es tan descorazonador que, en un momento dado, escucho una voz suplicando a mis espaldas: “por favor, basta ya”. Pero para ANOHNI no, no basta.

Todo esto sin perder la elegancia suprema. El sonido es exquisito y en las primeras filas no se oye ni una mosca. La banda es portentosa, incluye cuerdas y vientos. ANOHNI luce como una pretérita estrella de cine, toda de blanco. La pantalla posterior proyecta imágenes marinas, de corales maltrechos. ‘Why I Am Alive Now’ cae sedosa, jazz levemente lounge y tropical. Pero lo que es un escándalo es ‘4 Degrees’, se te lleva como una ola, cómo canta esos “degreees”, con qué intensidad, que enlaza con el primer testimonio de un científico. Te encoge el alma la canción, te encoge el alma el mensaje. Todo el concierto es eso, una congoja que exige atención, y nos da belleza a pesar de la catástrofe. ANOHNI cada vez se retira más en el escenario, y parece que nos juzgue.

El concierto está creado para apabullar. Desde el crescendo de ‘Hopelessness’, o la barbaridad de versión de ‘Motherless Child’, cinematográfica, cabaretera, con blues a lo Billie Holliday, dramática hasta el paroxismo: un despliegue absoluto de emoción, voz y ejecución. Nos deja tan exhaustos que el clásico ‘You Are My Sister’ casi palidece. ‘It Must Change’, dedicada a su madre, es muy bien recibida, especialmente cuando espeta con rabia contenida “Im not going to your heaven!”. La intensidad no la abandona, aunque ‘Another World’ suena leve. Y la final ‘Drone Bomb Me’ muestra un leve sonido optimista, a pesar de que ANOHNI luce una especie de velo negro. Quizás ese leve optimismo, ese rayo de luz final, se lo que nos ayude a soportar tanto dolor y destrucción.

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