Música

Billie Eilish aguanta el tipo en Barcelona pese al delirio colectivo

A la vez que Sónar y su festival paralelo no oficial, Off Sónar, ha llegado esta semana a Barcelona la gira de ‘Hit Me Hard and Soft‘ (2024) de Billie Eilish. El primer pase, el sábado 14 de junio, se ha celebrado en el Palau Sant Jordi a la vez que la última jornada de Sónar. El segundo ha tenido lugar este domingo 15 de junio, mientras el tecno del Off Sónar retumbaba desde el recinto del Poble Espanyol.

En Barcelona este domingo se ha respirado un curioso ambiente a raíz de ambos eventos: por un lado, en las paredes del metro de Plaza España se han visto papeles colgados de «Buidem el Sónar, Palestina Lliure». Por otro, un músico del metro ha tocado la melodía de ‘When The Party’s Over’ al saxófono.

Billie Eilish ha compartido breves palabras sobre el estado actual del mundo durante su segundo concierto consecutivo en Barcelona, si bien se ha centrado -de manera vaga- en los «retos» que vive actualmente Estados Unidos. Estas palabras le han servido para introducir ‘Your Power’, su canción más política, en la que incita a aquellos que ostentan el poder, a no «abusar» de él. Antes y después, el concierto de ‘Hit Me Hard and Soft’ ha alternado momentos igual de íntimos con otros grandes y épicos, haciendo honor al título del disco.

Entre los primeros, una interpretación de ‘When The Party’s Over’ preciosa -aunque sin el saxofonista del metro- que Billie canta acompañada de una armonía vocal grabada en directo y «loopeada», y para cuyo registro pide máximo silencio al público. Es un raro momento de paz en un concierto en que el griterío fan es absolutamente ensordecedor desde el inicio con ‘Chihiro’ hasta el final con ‘Birds of a Feather‘, que un grupo de personas, en el lado derecho de la pista, baila tomados de la mano y saltando en círculos. «Pogo en Midsommar», nos dicen en comentarios.

La consecución de canciones «hard» y canciones «soft» en el show de Billie Eilish se potencia con una producción escénica que recurre a las columnas de fuego en ‘Bury a Friend’, a la recreación de MTV Unplugged en ‘Skinny’ o a los efectos especiales tipo láser en varias canciones, vistosos aunque predecibles.

El elemento visual principal de la gira de Billie Eilish es el espectacular escenario de 360 grados, situado en medio del recinto, que más que un escenario, por momentos, por su forma rectangular y gran envergadura, parece una pista de carreras. Encima del escenario, una estructura de pantallas suspendidas y ocho columnas de luz dispuestas rodeando el escenario conforman una escenografía muy vistosa y moderna. Lo más llamativo, sin embargo, es que la banda de Billie no se sitúa sobre una tarima elevada, sino todo lo contrario: los músicos están colocados en dos fosas hundidas en el propio escenario, lo que refuerza el protagonismo escénico de Eilish. Además, emerge en el escenario una plataforma flotante que se convierte en cubo de pantallas sin que te des cuenta. El escenario está aprovechado de punta a punta, e incluso una pequeña tarima situada a varios metros del escenario principal sirve a Eilish para cantar su parte de ‘Guess’ y ‘Everything I Wanted’ y de ahí bajar al foso a saludar al público. El movimiento del concierto es constante y abarca todo el recinto.

Este movimiento favorece a un concierto más desigual en cuanto a repertorio, que funciona mejor cuando respeta la duración original de las canciones. ‘L’Amour de Ma Vie’ se convierte en uno de los puntos álgidos del show gracias a su épico final synth-pop. Por contra, ‘Happier than Ever‘ suena atronadora, pero es recortada de manera innecesaria. ‘NDA’ y ‘Everything i Wanted’ se recuperen de manera tan breve que su inclusión en el setlist parece forzada. Este intento de abarcar demasiado desluce piezas como ‘Lovely’, ‘Blue’ y ‘Ocean Eyes’, tocadas juntas en un extraño mash-up, mientras canciones menores como ‘The Diner’ u ‘Oxytocin’ gozan de mayor protagonismo.

Henry Hwu

El formato de arena tampoco hace brillar las canciones más íntimas de Billie -que son mayoría- porque el intenso clamor del público convierte cada canción en una masa homogénea de gritos que ahoga la propia voz de Eilish, tanto que a veces escuchar melodía y letra resulta imposible. El furor se convierte en delirio cuando cada gesto de Billie proyectado en pantalla -por mínimo que sea- provoca una reacción ensordecedora. Ya no importa tanto la propuesta musical como la expresión de una exaltación masiva. ¿Soy yo o también Billie alucina cuando el público estalla solo por verla hacer cualquier cosa, como beber agua?

Este nivel de idolatría, sumado a la extensión de una gira que empezó el año pasado y que entra ya en su tramo final (quedan 14 fechas), y al hecho de que Eilish actuó en Barcelona la noche anterior, se traduce en una artista que parece algo fatigada sobre el escenario, no solo físicamente sino también y, sobre todo, emocionalmente. Porque Eilish puede pegarse todas las carreras que desee en esa plataforma rectangular, pero las pantallas la delatan cuando enfocan su rostro. No debe ser fácil aguantar el ritmo de una gira tan maratoniana, y menos aún asimilar tal nivel de enardecimiento popular noche tras noche. Pero Billie aguanta el tipo. Sobre todo, este fenómeno fan absoluto sabe a triunfo cuando canciones como ‘ilomilo’ parecen tan grandes como los clásicos. Es el triunfo de un tipo de pop alternativo que ya es masivo.

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Publicado por
Jordi Bardají
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